“La juventud es el corcel en el que cabalgan los jinetes de la reconquista, el derrocamiento es inevitable. “La esperanza son ustedes, con valores firmes y decididos”.
Por Gabriel Ruiz
¿Pistola o billete?
Platicándoles a mis alumnos de cómo los delincuentes seducen a los policías, ofreciéndoles entre el dinero en una mano o pistola en la otra, para que cooperen con ellos a cambio de una jugosa suma; o de lo contrario los amenazan con matarlos a ellos o a un familiar, me decía angustiada una alumna: “entonces… ¡¿no hay esperanza?!”.
Ante el dilema de “coopera o cuello”, ante las exigencias de “pago de piso” para mantener el negocio abierto, si no te lo incendian o te matan a ti a o un familiar; ante la venta de seguridad por parte de los delincuentes y que hay policías que son parte de las mafias, los secuestros, etc.; nos sentimos angustiosamente atrapados en un callejón sin salida.
Un sin número de alcaldes mueren a manos de los maleantes: según del periódico El Universal 122 alcaldes y exalcaldes han sido ejecutados en México en una década, porque están metidos con los malos o porque no quisieron apoyarlos. Miles de poblaciones suburbanas, tomadas por el narco, viven a diario campantemente, conviviendo con el encargado de la plaza, que palaciega e impunemente se mueve en el pueblo, como señor de vidas y gentes; todos viven tranquilos, si no perturban “el negocio”, pero la policía y las autoridades locales se les someten y en muchos casos son esbirros del mismo narcotraficante que los pone.
De la mercadotecnia al crimen organizado
Estamos ante una sociedad contrahecha, deforme y grotesca, creyente del famoso dicho que reza: “el que no tranza no avanza”; en la que se nos exige dar vida de humanos a los animales y matar a los bebes en el vientre de su madre, en la que se perdona a los políticos porque solo “roban poquito” o porque “no importa que roben pero que hagan algo”. Nos conformamos con las migajas del que nos arrebata la comida.
“Y ahora… ¿quién podrá defendernos?”, decía el chapulín colorado. ¿Nuestros gobernantes? Los que llegan al gobierno, porque hacen mejores campañas de publicidad, porque utilizan mejor los medios de comunicación, porque fueron más hábiles en la ciencia de “prometer y prometer hasta obtener y ya obtenido olvidan lo prometido…”.
No nos gobiernan los mejores, sino los que tuvieron más recursos económicos para hacer una mejor publicidad; el que tuvo mejores mercadólogos y asesores de imagen. Los genios de la mercadocracia hacen de verdaderos sinvergüenzas “la luz de la esperanza”, y como la coca cola y la Pepsi cola, no importan si son saludables o no, la publicidad penetra nuestro subconsciente y nos hace creer que es la solución a la sed. Así, es como “la sabiduría y justicia” del “libre mercado” decide que gobernante debemos “consumir”.
Las agencias de publicidad y los asesores de imagen política, que como los nazis que hacían ver a Goebbels como un gigante y Hitler como un mesías, se relamen los bigotes ante el gran reto de encumbrar a cualquier mendigo de valores, para ungirlo con la púrpura del poder y enriquecerse desmedidamente.
Una verdadera mercadocracia: el poder en mano de lo mercadólogos, la mercadotecnia es el gran dedo elector que rige nuestro destino, trabajando sobre las mentes y voluntades de los electores, que deben casi siempre escoger entre el menos malo y según la información absolutamente distorsionada por las campañas publicitarias.
La torre de la miseria
Bueno, pero… ¿de dónde salen tantos recursos económicos para las dispendiosas campañas políticas? ¿De los donativos, que los miembros de los partidos colectan religiosamente? ¿De las dotaciones que da el gobierno a los partidos? ¡Imposible!, los montos gastados son astronómicos, no hay duda, el financiamiento de las compañas está ligado a intereses mezquinos, del mismo pillaje de los políticos o del crimen organizado. El candidato que “si robó, pero poquito”, según el afirmaba él mismo, repartía billetes de 500 pesos entre los indios tepehuanos, diciéndoles que votaran por él, porque los de arriba ya lo habían designado como el siguiente gobernador. Nadie que haya ganado honestamente el dinero reparte billetes como volantes. Pero… “Poderoso caballero es don dinero… da autoridad al gañan y al jornalero… su fuerza humilla al cobarde y al guerrero… poderoso caballero es ¡don dinero!” – F. de Quevedo.
Hemos erigido una estatua a la miseria humana, una torre de carroña, un almacén de lo hediondo, un edificio de cinismo, viviendas repletas de deshonestidad. Requerimos un temblor sin precedentes, que derrumbe hasta reducir a escombros esta ciudad; requerimos derrocar un sistema empobrecido y en bancarrota total de sus valores, para erigir una nueva sociedad, donde la honestidad, la responsabilidad y la verdadera vocación de servicio se abran paso y retomen sus palacios. Las nuevas generaciones, los jóvenes, deben tomar las riendas y construir una nueva dinastía, un reino cimentado en los valores.
La Juventud, la esperanza en el derrocamiento
“Ante lo escombros, ¿encogerse de hombros?”. En su despertar al mundo, en el ánimo de conocerlo, los jóvenes descubren este sistema político, cuyos valores están entre escombros. No hay remedio: o se emprende la reconquista o encontraremos nuestros blasones rotos y pisoteados y ni una tabla del barco naufragado.
¡Jóvenes!: Las dominaciones han sucumbido ante los hombres que no tienen miedo a subir, no tienen miedo a reconquistar, no tienen miedo a abrirse paso en una batalla sangrienta, una batalla en la que los valores dolorosamente se abran paso. La hora del derrocamiento ha llegado, para que la educación y los valores sean revestidos con la púrpura del emperador. Derrocamiento: misión de la juventud que es el hierro en el que se acuñan los valores.
La ruta de la esperanza
La juventud es el corcel en el que cabalgan los jinetes de la reconquista, el derrocamiento es inevitable. “La esperanza son ustedes, con valores firmes y decididos”, contesté a mi alumna, que angustiada parecía perder la esperanza de un mundo mejor.
Ante una sociedad cuya estructura está corroída, con la carne podrida, en el que el valor de las personas se mide por lo que se tiene y no por lo que se es; la única forma de purificar las estructuras es a través del sacrificio de los jóvenes, puros, valientes incorruptibles y decididos, líderes dispuestos a todo, capaces de encabezar e impulsar un cambio social radical.
Las grandes dinastías, imperios y dominaciones, han caído por descomposición, ante nacientes generaciones de jóvenes pujantes. El Imperio Romano, en descomposición moral, política, económica y en la degeneración con sus orgías y abusos; se derrumbó ante la determinación de los Visigodos. La frivolidad de los Luises en Francia, su desinterés por el pueblo, una corroída y descompuesta monarquía de siglos, sucumbió ante la determinación de los jóvenes jacobinos sedientos de un cambio y dispuestos a imponer la revolución. La dinastía Romanov, en Rusia, de riquezas incalculables y poder acumulado por trecientos años, fue borrada por los jóvenes idealistas bolcheviques, decididos a imponer un nuevo régimen y a demoler la estructura corroída de la monarquía. ¡Si!, el derrocamiento de nuestro sistema es posible, el cambio y la purificación de nuestra sociedad, en manos de nuestros jóvenes, no solo es posible, sino urgente e inminente.
La Guerra
¡El grito de guerra enciende la tierra! No una guerra de balas y rifles, de ametralladoras y granadas, sino la guerra de las ideas e ideales, de las leyes y la filosofía, de la literatura y la prensa, de los sistemas de comunicación, con armas modernas como el internet, las redes sociales, los libros impresos y digitales, en las universidades y los institutos políticos, el arte, la música, la pintura, el deporte, etc.
La congruencia es solitaria y dolorosa. Para librar una batalla de estas, en la que los valores se abran paso entre los escombros, habrá que estar dispuestos a sufrir persecuciones, humillaciones, cárcel y muerte, al igual que los seguidores de Gandhi, y así erradicar el empobrecimiento y mendicidad de los valores de nuestra sociedad, acabando con la inercia de los titubeos y la pusilanimidad de nuestros lúgubres valores.
Continúa…
Felicidades por el trabajo invertido reflejado en estos artículos, mismos que hacen y seguirán haciendo bien. He reenviado esta página a mis Docentes de ética, filosofía y formación moral, para que tengan un nuevo material. Nuevamente felicidades