“Un educador abre los ojos y despierta el pensamiento; un educador no es sólo un transmisor de conocimientos, sino más bien un movilizador de conciencias.”
Por: Diego Ruiz
En la caótica situación que se está viviendo en la educación en nuestro país (caótica por más de una razón: reformas gubernamentales, transformación tecnológica, brechas generacionales, crisis del modelo de educación formal; por mencionar sólo algunas), constantemente me descubro pensando si no estaremos, de entrada, confundiendo los términos. ¿Realmente sabemos qué significa educación para nosotros? ¿Sabemos para qué educamos? En muchas ocasiones me parece que no seríamos plenamente capaces de responder a estas preguntas, y eso es porque quizás no nos hemos preguntado suficientemente por el sentido de la labor de educar.
Todos hemos sido (mal o bien) educados por la sociedad en que vivimos, empezando por la familia, pasando por la escuela y a través del mundo laboral y de las relaciones sociales. La educación es tan natural como inevitable en una sociedad, y el problema es justo ese: si no tenemos claro para qué y cómo educamos, terminaremos educando de cualquier manera (Porque aun así, consciente o inconscientemente, educaremos).
El reto es especialmente importante para los espacios de educación formal (escuelas, universidades, etc.), pues son estos espacios en los que la sociedad confía primordialmente la labor de educar a sus miembros. Se identifica a alguien como “educado” si ha transitado por un mínimo de años en la educación formal. Más allá de los cuestionamientos que se pueden hacer a sobre si un individuo que pasa por la universidad está realmente educado por ella, lo que es un hecho es que los espacios educativos formales continúan siendo los principales productores de conocimientos, tecnología y cultura, y el principal medio a través del cual los miembros de nuestra sociedad obtienen acceso a ellos (si bien, desde luego, no es el único).
Educación o enseñanza
Por ello es fundamental que, desde la escuela, reflexionemos constantemente sobre el significado de educar. Pienso que uno de los problemas fundamentales es que en muchas ocasiones confundimos educar con enseñar. Explico: solemos pensar que educar es transmitir conocimientos y habilidades a los estudiantes, cumplir con un currículo, desarrollar ciertas competencias y hasta ahí. Esto es enseñar, y es una labor fundamental en la educación, pero no es todo lo que significa educar, es solamente una parte. Los programas y reformas oficiales, e incluso los planteamientos pedagógicos de muchas instituciones, suelen enfocarse en el aspecto de la enseñanza y rara vez van más allá de eso. Educar, desde mi perspectiva, es eso, pero también es mucho más.
Hay una noción tradicional que nos dice que educar consiste en lograr que el individuo se integre a la sociedad, y se convierta en un miembro funcional y útil de la misma. Sin estar en desacuerdo con esa idea, yo le añadiría algo más: educar es también promover que los individuos sean capaces no sólo de ser parte de la sociedad, sino también de salir de los esquemas que esta misma sociedad propone y a veces impone, para transformarlos y contribuir en su mejora. Dicho de otra manera, educar es transformar a un individuo para que a su vez se convierta en un agente de transformación, y no en un miembro conformista que solamente contribuye a replicar los esquemas que le son dados.
Lograr esto va mucho más allá de la labor de enseñanza, aunque una buena enseñanza es fundamental para lograrlo. Sin embargo, no todo lo que se puede aprender se puede enseñar, porque el aprendizaje, entendido como el crecimiento de un ser humano, es algo mucho más amplio que una serie de contenidos y habilidades que se enseñan en la escuela. ¿Cómo podemos entonces transformar individuos que se vuelvan transformadores, autónomos, inconformes, divergentes?
El educador más allá de la enseñanza
Educar es ante todo una relación, una relación que se establece entre educadores y educandos (y esta distinción ya nos queda corta, pues el educador muchas veces resulta también educado). En esta relación, que es posiblemente de las más plenamente humanas que podemos encontrar, es donde se da esa transformación de la que hablo. Un educador no es sólo alguien que enseña cosas, sino alguien que entra en relación con otros seres humanos, que despierta la curiosidad de aprender, la reflexión sobre nosotros mismos y sobre el mundo que nos rodea, la conciencia de que es necesario no sólo integrarse a la sociedad sino contribuir a mejorarla; un educador, con sus actitudes y acciones, transmite valores y habilidades, y no sólo los enseña; un educador abre puertas que estaban cerradas o que no se habían visto: la puerta del conocimiento, de las artes, de la cultura, del aprendizaje, etc.; un educador abre los ojos y despierta el pensamiento; un educador no es sólo un transmisor de conocimientos, sino más bien un movilizador de conciencias.
Por ello es que no basta que un educador conozca a fondo el área de la materia que imparte; no basta que tenga buena didáctica o que sea experto en pedagogía. Por ello es necesario que ante todo sea capaz de entrar en relación con sus alumnos, que los conozca, que se comprometa con ellos, que los escuche, que sepa cómo viven y cuáles son sus inquietudes. No podemos establecer una relación profunda con quien no conocemos, y educar no es otra cosa que profundizar en la conciencia y en la vida de otros. De otra manera, el impacto de la labor educativa no puede ser significativo y transformador, y la misión de las instituciones educativas no quedaría completa.
Por supuesto que es necesario impartir los conocimientos adecuados, por supuesto que es imprescindible fomentar la adquisición de habilidades, por supuesto que es importante proveer recursos didácticos y tecnológicos, y por supuesto que es fundamental incorporar formas innovadoras de enseñanza. Pero todo ello queda corto si olvidamos la parte más elemental y humana de la labor educativa: La relación que día a día, persona a persona, establecen los actores protagónicos de esta labor, que son los estudiantes y sus maestros. Relación que, dicho sea de paso, jamás podrá ser sustituida por ningún medio tecnológico.
¿Qué significa educar?
La pregunta sigue abierta y no se agota en estas reflexiones, y es fundamental que nos la sigamos planteando. Pero más allá de la enseñanza, no olvidemos que la educación es una actividad que involucra personas, las mismas personas que construyen y seguirán construyendo la sociedad. Y, finalmente, nada puede impactar más y cambiar más en una persona que su relación con otra.